Era un cálido invierno, las hojas se caían mecidas
por una ráfaga de viento sin cesar, a lo lejos se escucha el llanto de un bebé
desconsolado, la criatura estaba pálida y desnutrida y muy desaseado. De pronto
se acerca una mujer de buen corazón coge al niño y se lo lleva al pecho
acunándolo para así, transmaitirle al chiquitin todo su calor y su ternura .intentando
consolarle.
Acto seguido, se lo llevo a su casa,
tapándolo con su propio mantón, y se lo llevó a su casa.
Pasada unas horas, el bebé se despertó y lo
hizo muy pálido y con los labios moraditos. La madre, sin pensarlo dos veces,
lo tapó con una mantita y se lo llevó
corriendo al hospital porque el niño se moría. Ya una vez en la
institución hospitalaria y tras muchas pruebas, diagnosticaron que el pequeño
tenía neumonía e hipotermia, y fue en ese preciso momento cuando la madre se dio
cuenta que ese niño era su propio hijo biológico, el hijo al que ella abandonó
en aquella casa abandonada y ahora, tras haberlo recuperado lo quería tener y no perderlo jamás. Lo acogió acunándolo hacia ella. Y desde ese preciso
momento, la mujer tenía que hacer méritos para ganarse su cariño y su amor.
Preparó todo lo concerniente a la custodia y le puso un nombre para poder
dirigirse a él con su nombre de pila. El chiquitín se llamaba Israel, ya cuando
prepararon todos los papeles de alta del hospital. La madre se lo llevó con ella, para hacerse cargo de él para cuidarlo, educarlo, quererlo, etc…
Fueron días de desvelos, noches sin poder
dormir, en busca de éste hijo perdido. Ya todo es alivio, bienestar y felicidad
en el hogar de Adriana que así, se llamaba su madre biológica.
Sofi Piris.
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Málaga-España.